Código Dentológico
Este despacho se rige por las normas deontológicas de la profesión. Tanto los del Consejo General de la Abogacía como los del I. Colegio de Abogados de Madrid. Estimamos que con estos principios éticos se respeta la dignidad de la profesión y se garantiza el recto proceder de cara al cliente y a los demás intervinientes en los asuntos que se nos encomiendan.
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Acto I escena IV
Acto I escena IV
LEAR.-Que no haya de esperar la comida un solo minuto; encargad que la preparen al momento. ¿Quién eres tú?
EL CONDE DE KENT.-Un hombre, señor. LEAR.-¿Cuál es tu profesión? ¿qué nos quieres?
EL CONDE DE KENT.-Mi profesión, en efecto, es lo que aparento; servir fielmente a quien me otorgue su confianza, amar al hombre honrado, conversar con el cuerdo, hablar poco, temer los vanos juicios, combatir cuando la necesidad me obligue y no comer pescado.
LEAR.-Pero en fin, ¿quién eres?
EL CONDE DE KENT.-En verdad, un hombre bueno y honrado, tan pobre como el rey.
LEAR.-¿Qué quieres?
EL CONDE DE KENT.-Servir.
LEAR.-¿Y a, quién?
EL CONDE DE KENT.-A vos.
LEAR.-¿Me conoces?
EL CONDE DE KENT.-No señor; pero hay en vuestra fisonomía cierto carácter que me atrae a serviros.
LEAR.-¿Qué carácter es ése?
EL CONDE DE KENT.-Un aire de grandeza y majestad.
LEAR.-¿De qué servicio eres capaz?
EL CONDE DE KENT.-Puedo guardar honestos secretos, correr a pie y a caballo, echar a perder una historia curiosa contándola, y desempeñar cualquier mensaje fácil. Puedo evacuar todos los empleos de que son capaces los hombres ordinarios, y mi primera cualidad es la diligencia.
LEAR.-¿Qué edad tienes?
EL CONDE DE KENT.-No soy tan joven que pueda enamoriscarme de una mujer por su linda voz, ni tan viejo aún que le haga ascos al amor. Pesan sobre mi cabeza cuarenta y ocho años.
LEAR-Sígueme; te tomo a mi servicio; si después de comer no me desplaces más que ahora, no te despediré todavía. ¡La comida! ¡hola! ¡la comida! ¿Dónde está mi bribonzuelo, mi bufón? Que me lo traigan. (Entra el Intendente.) Y vos, amigo, ¿dónde está mi hija?
EL INTENDENTE.-Con vuestro permiso... (Sale.)
LEAR.-¿Qué ha dicho ese hombre al pasar? Llamadle. ¿Dónde está mi bufón? ¿Hola? ¡Parece que aquí todos duermen! ¿Qué hay? ¿a dónde va ese insolente?
EL CABALLERO.-Dice, señor, que vuestra hija está indispuesta.
LEAR.-¿Y por qué ese esclavo no ha vuelto atrás cuando le he llamado?
EL CABALLERO-Me ha dicho con la mayor frescura que no le daba la gana.
LEAR.-¡Que no le daba la gana!
EL CABALLERO.-Ignoro, señor, qué motivo tendrá para ello; pero, a mi entender, vuestra alteza no es acogido con aquella afectuosa cortesía de antes. El celo y la amistad se han entibiado aquí bastante, y este cambio no sólo se advierte en la